¿Sabías que en el mundo fallecen más niños y niñas por cardiopatías congénitas al año que a causa de las guerras? Cada año nacen en todo el planeta 1.500.000 de niñas y niños con cardiopatías congénitas. La mortalidad infantil causada por cardiopatías constituye en estos momentos una verdadera emergencia silente por la cual pierden la esperanza de vida miles de niños y niñas cada año. Las cardiopatías congénitas suponen una de las principales causas de mortalidad infantil.
Las cardiopatías congénitas son las más comunes de las anomalías congénitas infantiles. Tienen una frecuencia de 8 por cada 1.000 recién nacidos en el mundo y de 27 por cada mil muertes fetales. El objetivo global es mejorar el diagnóstico y que los menores tengan un tratamiento oportuno en cualquier parte del mundo. La gran mayoría de estas patologías del corazón podrían tratarse si en los países de origen dispusieran de recursos sanitarios suficientes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó hace una década una resolución sobre defectos de nacimiento en la que se pidió a todos sus Estados miembros que fomentaran la prevención primaria y la salud de los niños con anomalías congénitas, entre las que las cardiopatías son las principales, mediante los siguientes objetivos:
- el desarrollo y fortalecimiento de los sistemas de registro y vigilancia
- el desarrollo de conocimientos especializados y la creación de capacidades
- el fortalecimiento de la investigación y los estudios sobre la etiología, el diagnóstico y la prevención
- el fomento de la cooperación internacional
Casi un millón de niños de 0 a 15 años padecen cardiopatías congénitas complejas en todo el mundo. De ellos, cerca de 45.000 mueren anualmente sin tratamiento médico alguno. Más del 80% son de países en vías de desarrollo. Son niños que habitualmente no sobreviven a su primer año de vida, mientras que la mayoría de los que lo hacen después de esas etapas fallecen antes de los 15 años.
Cuando el sistema sanitario de un país no es capaz de afrontar esta problemática, la opción para estos niños es acudir a la asistencia médica en otros países más desarrollados, pero a un coste inaccesible para el poder adquisitivo de la gran mayoría de las familias de esos países en vías de desarrollo.
En este marco, los defectos congénitos tienen impacto en la mortalidad infantil, dependiendo de un buen número de factores, entre ellos la prevalencia de este tipo de defectos; la prevalencia de otras causas de muerte; el acceso, la calidad y la disponibilidad de cuidados médicos y quirúrgicos, y la presencia y efectividad de políticas de prevención primaria y secundaria.
En el mundo, las enfermedades cardiovasculares en personas adultas y menores son las más mortíferas del mundo, ya que anualmente se cobran 17,3 millones de vidas. Se estima que para 2030 casi 23,6 millones de personas pueden morir por una de estas afecciones.